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viernes, 26 de junio de 2020

CHOCOLATE tan sano como SABROSO


FUENTE: El PAÍS


El sueño de un chocolate más sano e igual de sabroso hecho realidad

La breve historia de un producto que no llegó a triunfar

La chocolatina es uno de los productos dulces por excelencia. Se obtiene mezclando azúcar con dos productos derivados de la manipulación de las semillas del cacao: una sólida (la pasta de cacao) y otra grasa (la manteca de cacao). Según se combinen estos ingredientes, y dependiendo de la adición de otros, como leche, arroz, frutas o frutos secos, se obtienen los distintos tipos de tabletas de chocolate que conocemos.

La legislación vigente estipula que el chocolate debe contener “un 35%, como mínimo, de materia seca total de cacao, del cual un 18 % como mínimo será manteca de cacao y un 14 % como mínimo materia seca y desgrasada de cacao”.

En cuanto a su historia, es de sobra conocido que el cacao vino de América y que, en un primer momento, no tuvo mucha aceptación por su sabor amargo y algo picante. Fue en algunos monasterios donde primero se mezcló con azúcar, canela o vainilla para hacer una bebida más grata al paladar. Habría que esperar hasta 1778 para conseguir la primera tableta de chocolate sólido. Fue en Turín y gracias a una máquina hidráulica que mezclaba pasta de cacao, vainilla y azúcar. Medio siglo más tarde abría en Suiza la primera fábrica de chocolate. Desde entonces, se ha convertido en un producto internacionalmente consumido y con presencia en el mercado todo el año.

Mucho más que manteca de cacao

La misma norma que define el chocolate considera que hay que hablar de sucedáneo de chocolate “cuando la manteca de cacao ha sido sustituida total o parcialmente por otras grasas vegetales comestibles”. No así si esas grasas vegetales se añaden de forma adicional, esto es, sin sustituir a la manteca de cacao, que debe cumplir al menos el mínimo exigido por la ley para que se llame chocolate.

Ahora bien, no todas las grasas vegetales valen. Deben cumplir una serie de requisitos para parecerse lo máximo posible a la manteca de cacao, lo que cierra el círculo de posibilidades a los aceites de illipe, palma, hueso de mango, kokum gurgi, shorea robusta y shea (karité). Se permite como excepción usar aceite de coco para el chocolate que se utilice en la fabricación de helados y otros productos congelados similares. ¿Qué ventajas tiene este trasiego? Lo primero es que salen más baratas que la manteca de cacao. Pero también otras como evitar que el chocolate se ponga blanco al almacenarlo a altas temperaturas y que mantenga su brillo y dureza estables. Todas son perfectamente comestibles y su cantidad en el producto final suele ser pequeña, por lo que tampoco se altera demasiado la calidad nutricional del chocolate. En la lista de ingredientes puedes comprobar el tipo de grasas que lleva tu chocolatina.

Un calórico placer

Hincar el diente a una onza de chocolate es un delicioso bocado cargado principalmente de grasa y azúcares. De cada 100 gramos de chocolate sin leche, 29,2 gramos corresponden a grasas y 64,8 a hidratos de carbono, de los que una parte importante proceden de azúcares. En total, 543 kilocalorías. La opción con leche apenas modifica esos valores: 31,5 gramos de grasa, 51,1 gramos de carbohidratos y 538 kilocalorías. La composición varía entre fabricantes, pero con pocas oscilaciones en cuanto a los componentes energéticos. A medida que aumenta la proporción de componentes del cacao, aumenta el contenido de grasa y disminuye el de azúcares añadido. Se trata, por tanto, de un alimento cuyo consumo deber ser moderado y ocasional. La ración ideal no debe superar los 25 gramos.

100 gramos de chocolate sin leche aportan 543 kcla: 29,2 gramos corresponden a grasas y 64,8 a hidratos de carbono, con una importante presencia de azúcares. La opción con leche muestra valores similares: 31,5 gramos de grasa, 51,1 gramos de carbohidratos y 538 kcal.

El chocolate es fuente de fósforo (181 mg), clave para el metabolismo energético normal, magnesio (123 mg), que reduce el cansancio y la fatiga, hierro (1,5 mg), encargado de intervenir en la producción de glóbulos rojos, necesarios para transportar el oxígeno a las células y potasio (359 mg), que participa en el mantenimiento de la tensión arterial en niveles normales. Si además, es con leche, hay que contar con 247 mg de calcio, importante para el funcionamiento normal de huesos y dientes.

Mucho se ha escrito sobre las catequinas (flavonoides) y su acción antioxidante frente al daño producido por los radicales libres. Es un aporte a tener en cuenta, sobre todo en los chocolates de al menos un 70% de cacao. Pero siempre con la cautela que debe prestarse a un alimento muy energético.

¿Con menos azúcar? Sí, se puede

Una de las soluciones habituales de la industria para reducir el azúcar es sustituirla por otros endulzantes. La leyenda 0% de azúcares añadidos suele significar que el azúcar se ha sustituido por algún edulcorante como el maltitol, un glúcido de asimilación lenta que no produce picos elevados de insulina en nuestro cuerpo. Y, aunque en el envoltorio figure que lleva stevia a todo color, este endulzante suele ir detrás del maltitol en cuanto a su proporción en la fórmula.

En 2016, en un intento por reducir el contenido en azúcar sin recurrir a edulcorantes, Nestlé intentó abrir una nueva vía con el azúcar estructurado, cuya estructura se altera para hacerla más porosa mediante la pulverización conjunta de azúcar, leche en polvo y agua. De esta forma, se disuelve más rápido en la boca y se percibe como más dulce.

Para ver qué tal funcionaba, dos años después lanzaron Milkybar Wowsomes en Reino Unido e Irlanda. Era una revisión de su mítica tableta de chocolate blanco, con un 40% menos de azúcar. A principios de este año anunciaban que dejaban de fabricarla por su baja demanda. Pese a este traspiés, la industria sigue trabajando en la reducción del azúcar en las chocolatinas, reemplazándola por otros ingredientes como fibra, leche, cacao puro o fibra.

El chocolate negro no existe

Aunque en las baldas de tu tienda favorita puedes el llamado chocolate negro, es un término puramente comercial. Ni la Directiva europea ni la Reglamentación Técnico Sanitaria española lo consideran una categoría de chocolate. Tampoco se establecen las normas que debe cumplir. El consumidor entiende que es chocolate sin leche, por oposición al chocolate con leche que sí está regulado en la norma. Pero la cantidad de cacao queda al buen entender del fabricante.


Así, mientras para unos el chocolate negro tiene un 90% de cacao, otros lo dan por bueno con menos del 50%. Un estudio de Harvard señala que si se buscan las propiedades beneficiosas de los flavonoides debe contener al menos un 70% de cacao. Cuanto menor sea esa cantidad, más se abre el abanico a incluir otros ingredientes, desde trozos de naranja a azúcar.

El chocolate blanco, ¿es chocolate?

Legalmente, sí, el chocolate blanco es chocolate. Pero desde el punto de vista del paladar, más bien poco. El marco legal vigente lo define como “el producto obtenido a partir de manteca de cacao, leche o productos lácteos y azúcares y que contenga, como mínimo, un 20 por ciento de manteca de cacao y, al menos, un 14 por ciento de extracto seco de la leche procedente de la deshidratación parcial o total de leche entera, semidesnatada o desnatada, de nata, nata parcial o totalmente deshidratada, de mantequilla o de materia grasa láctea, del que un 3,5 por ciento como mínimo corresponderá a materia grasa láctea”. Es decir, mucha leche, nada de pasta de cacao y mucho azúcar.


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Blog Investiga Innova Cacao Chocolate, creado por los actores de la Cadena de Cacao y Chocolate, ahora sostenido con el apoyo del Programa Cacao de la Carrera de Ingeniería Agroforestal de la Universidad Científica del Sur. Lima - Perú.

domingo, 16 de junio de 2019

AFRICA Cacao y Trabajo INFANTIL




Cuánto aumentaría el precio de tu tableta de chocolate sin trabajo infantil

Dos economistas crean un modelo económico con el que calculan que con un incremento del 2,8% se eliminarían las tareas más "extremas" que desempeñan los niños. Para acabar con la práctica por completo hace falta un 47%






¿Cuál es el precio que debemos pagar los consumidores por eliminar el trabajo infantil de la cadena de producción de las deliciosas tabletas de chocolate? Dos economistas estadounidenses han calculado cuánto habría que aumentar el precio del cacao para que siguiera dando los mismos beneficios a sus productores sin necesidad de emplear a niños, más baratos y manejables: un 2,8%. Ese es el precio de sacar a un menor del colegio para ponerlo a trabajar en el campo. 

Jeff Luckstead y Lawton L. Nalley han diseñado un modelo económico para calcular la repercusión en la cuenta de la compra de este comercio más justo. "Desarrollamos un modelo de hogar agrícola, en el que los ingresos son generados por el cultivo de cacao. Para esta labor, el hogar puede usar el tiempo de los adultos, el de los niños o el de trabajadores contratados", explica Luckstead. Este 2,8% se refiere al aumento que resultaría tras eliminar las formas de trabajo infantil más "extremas" (las que incluyen tareas peligrosas o implican más de 42 horas semanales), suprimir las "normales" (entre 14 y 42 horas semanales), lo elevaría al 12%, mientras que desligar por completo a los menores de la producción de cacao haría que subiese un 47% (trabajar menos de 14 horas semanales). La Organización Internacional del Trabajo establece estas tres diferencias atendiendo a criterios de duración de la jornada laboral y la peligrosidad de las tareas. La investigación se ha publicado en el la revista Plos One..... 

"Las discusiones sobre el precio del cacao ... 

Para ver el articulo completo vaya a ElPaís

















martes, 1 de agosto de 2017

CACAO derrota a la COCA


Chocolate que derrota la coca

Campesinos colombianos cambian la violencia y la ilegalidad por el cacao


Bogotá / Madrid 


ABR 2017 - 07:58 CEST

Los campesinos fueron aprendiendo que tenían que preocuparse por producir cacao de calidad.
Los campesinos fueron aprendiendo que tenían que preocuparse por producir cacao de calidad. JOSÉ ANTONIO MARÍN



Distrito Chocolate es una tienda colombiana que ha venido transformando la cocaína en chocolate. Es el eslabón final de una cadena de producción de cacao que empezó hace 10 años, después de que campesinos colombianos del occidente del departamento de Boyacá decidieran arrancar sus propias plantaciones de coca para reemplazarlas por cultivos de cacao. En Pauna, San Pablo de Borbur y Otanche, municipios en los que se iniciaron proyectos fructíferos de desarrollo alternativo, se han reunido, desde el 2007 hasta hoy, 1.267 familias (50% de las cuales son excocaleras), para continuar con esta labor.
La coca no fue el primer mal que estos municipios tuvieron que sobrepasar. Desde antes de los años ochenta, el negocio de las esmeraldas ya había desatado una guerra que dejó a su paso más de 3.000 muertos. Era una región abandonada por el Estado, sin educación, sin recursos, pero de ella se extraía el 90% de las esmeraldas que se comercializaban en el mundo. El desenlace era cuestión de tiempo. La ambición por encontrar estas piedras formó dos bandos que se odiaban a muerte: el grupo de Borbur y el de Coscuez. Sus terrenos estaban separados por la quebrada de Miocá, que se fue convirtiendo lentamente en una frontera invisible. Nadie podía atravesarla si quería continuar con vida.
Juan Antonio Urbano, uno de los representantes de Distrito Chocolate, entró al negocio de las esmeraldas como guaquero (hombre que busca piedras en el lago aledaño a la mina) y lentamente fue subiendo de estatus hasta alcanzar a excavar la mina principal. Él sabía a lo que se enfrentaba: "Había mucha violencia, mucha ilegalidad, se vivía a partir de la ley del más fuerte: si uno encontraba una esmeralda, la escondía para no darle a sus compañeros", cuenta.
Con el tiempo, ocurrieron dos eventos importantes en el occidente de Boyacá: en 1990 se firmó un acuerdo de paz que limó los odios de los dos bandos de esmeralderos y en 1998 las esmeraldas empezaron a escasear. Los campesinos tenían por fin la posibilidad de vivir en paz, pero ya estaban muy acostumbrados al dinero como para dedicarse a otra actividad menos rentable que la minería. Entonces llegó la coca: "Mucha gente de las zonas del Guaviare y el Vaupés se trasladó a Boyacá a colonizar", sostiene Urbano, "allá la coca funcionó bien y ellos la introdujeron a nuestra región".

“Mis amigos resultaron con casa, finca y carro, pero yo veía cómo entre ellos mismos se robaban y se quitaban la vida
JOSÉ LEUTERIO RONCANCIO, CAMPESINO

Pareciera que la historia no hubiera dejado nada al azar. El Plan Colombia, un acuerdo entre los Gobiernos de Estados Unidos y Colombia para combatir el narcotráfico, con un presupuesto de 10.000 millones de dólares, se firmó en 1999. El Gobierno colombiano ejerció mucha presión en zonas de alta producción cocalera y obligó a los productores a migrar a otros lugares más seguros para continuar con sus cultivos. El terreno del occidente de Boyacá es agreste y las fincas quedan muy bien escondidas entre las montañas, lo que lo hace idóneo para realizar todo el proceso de producción de esta planta. Los boyacenses, con el peso de su historia, tenían todas las condiciones para seguir el ejemplo de sus colonizadores: ese mismo año, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), Boyacá alcanzó a tener 322 hectáreas de cultivos de coca.
Contrario a lo que ocurrió en otras regiones del país, a los campesinos de esta zona las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no los obligó a sembrar nada. La guerrilla llegó después, con la excusa de que eran ellos los encargados de ponerle orden al negocio. Amenazaban a los productores y los explotaban de frente: un agricultor de esa zona le vendía a las FARC —porque no le podía vender a nadie más— un kilo de coca a dos millones de pesos (657 euros) y los guerrilleros revendían ese mismo kilo a tres millones pesos (985 euros).
Más tarde llegaron los paramilitares. Venían de Urabá y, con la promesa de combatir la guerrilla, convencieron a los agricultores de que querían ayudar. Después de enfrentamientos muy violentos sí lograron desplazarla, pero entonces se apoderaron del negocio. Resultaron ser más atropelladores, explotadores y violentos que los mismos guerrilleros.


La moniliasis del cacao es una enfermedad causada por una plaga. Se hace explícita con manchas largas y deformaciones en las mazorcas.
La moniliasis del cacao es una enfermedad causada por una plaga. Se hace explícita con manchas largas y deformaciones en las mazorcas. 


Del 2000 al 2006, el narcotráfico se convirtió en una forma de vida. José Leuterio Roncancio, un campesino que, como Urbano, fue primero guaquero y después raspachín (cultivador de coca) recuerda lo que era común entre quienes estaban dentro del negocio: “Mis amigos resultaron con casa, finca y carro, pero yo veía cómo entre ellos mismos se robaban y se quitaban la vida”. El individualismo y la violencia parecían no tener fin.
A esto se le sumó el Gobierno que, al darse cuenta del incremento de los cultivos de coca en la región, centró hacia ella sus esfuerzos de erradicación. Empezó asperjando glifosato desde el aire. Los más confiados se reían: era claro que con lo agreste de la región ese tipo de fumigación no iba a funcionar. Pero un día el Gobierno envió un ejército de 300 erradicadores manuales, cada uno con su machete, y tuvieron que tragarse su risa: "Yo tenía seis hectáreas de coca y me las arrancaron en medio día", relata Urbano.

Se vivía, claro, pero se vivía con miedo
VÍCTOR SÁNCHEZ, CAMPESINO

Se vivía, claro, "pero se vivía con miedo", dice Víctor Sánchez, otro agricultor de la región. "Si uno escuchaba cualquier ruido por la carretera, de pronto era que venía el gobierno o quién sabe qué otro grupo a molestarlo a uno". Y ante la vista de una situación cada vez más degradante, el tema de buscar nuevas maneras de subsistencia llegó a las juntas de acción comunal. La idea de sembrar cacao empezó a sonar entre los agricultores, pero para eso necesitaban ayuda. Para fortuna de muchos, esta vez el cielo escuchó sus plegarias.
En 2007 llegó a la región el Programa de Familias Guardabosques, que ya llevaba varios años apoyando otras zonas del país como parte de los proyectos de Desarrollo Alternativo para la erradicación de cultivos ilícitos. El programa prometía, cuenta Urbano, dar a los campesinos 200.000 pesos mensuales (65 euros) en efectivo —y ahorrarles otros 200.000 (65 euros) en una cuenta programada— si se comprometían a erradicar completamente la coca y a sembrar cacao en su lugar.
Los municipios de Pauna y San Pablo de Borbur se vieron de repente invadidos por representantes del Gobierno: "Los yupies, los llamábamos, porque eran recién graduados de la universidad, que venían a enseñarnos que dentro del marco de la legalidad había posibilidades de desarrollo", sostiene Juan Urbano. Y aunque había algunos entusiasmados con la idea, la tarea de convencer a los demás agricultores parecía imposible. ¿Cómo decirle a un raspachín que cambie el millón de pesos (328 euros) que recibe por un kilo de coca por 7.985 pesos(2,6 euros) que vale un kilo de cacao? ¿Cómo convencer a un individuo, acostumbrado a vivir bajo la ley del más fuerte, a trabajar por un bien común?

¿Cómo convencer a un individuo, acostumbrado a vivir bajo la ley del más fuerte, a trabajar por un bien común?

A Marleni Fonseca nadie tuvo que convencerla. Cuando se enteró de que iba a recibir apoyo para sembrar su cacao si se integraba a una asociación, no se hizo esperar para entrar en ella. Era mucho más fácil para el Gobierno brindar ayudas a un grupo de cultivadores que entregarlas, una por una, a productores aislados. En Pauna se creó Aprocampa, liderada por Juan Antonio Urbano, y a la asociación, además de Fonseca, entraron también Leuterio Roncancio y Víctor Sánchez. Ellos mismos ayudaron a convencer a otros campesinos de integrarse a la organización que hoy cuenta con 170 integrantes.
El Programa de Familias Guardabosques duró dos años y, después de su término, las ayudas no cesaron. Estuvieron presentes, entre otras, el Proyecto MIDAS (Más Inversión para el Desarrollo Sostenible), el Ministerio de Agricultura, el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER) y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). Los apoyos vinieron de manera económica directa, en herramientas, abonos, y en capacitaciones de siembra, emprendimiento y legalidad.
Los resultados empezaron a hacerse visibles: según la UNODC, de 322 hectáreasde coca que había en el año 2000 en todo el departamento de Boyacá, pasaron a 105 en 2010 a 10 en el 2012. Pauna y San Pablo de Borbur fueron los primeros en poder decir que sus municipios estaban limpios de coca. Más adelante, se creó la Fundación Red Colombia Agropecuaria (Fundredagro), junto con otros municipios que quisieron unirse al cambio. Hoy se compone por 11 organizaciones de 10 municipios de la región y forma parte de una red más grande: la Red Nacional de Cacaoteros, conformada por 27.000 familias de todo el país.


Después de la fermentación del cacao, inicia su proceso de secado en planchas grandes de madera que se exponen al sol.
Después de la fermentación del cacao, inicia su proceso de secado en planchas grandes de madera que se exponen al sol. 


La sede de Aprocampa está ubicada en el centro de Pauna, en una casa adaptada para recibir el cacao de los productores de la región. Ellos mismos lo recogen, lo fermentan, lo secan y lo empacan en costales de fique para la venta. Con su trabajo, los boyacenses lograron producir cacao de muy alta calidad, y eso los hizo merecedores del premio Cacao de Oro, otorgado en 2014 por la fundación suiza SECA. Con este reconocimiento, llamaron la atención de grandes empresas chocolateras, como CasaLuker, y de inversionistas privados que han querido apoyar este proyecto de Desarrollo Alternativo. Así fundaron Distrito Chocolate.
En las tres tiendas que ahora tienen en Bogotá —y en las 30 que están proyectadas en todo el país— se venden productos creados con el cacao que cultivan los agricultores asociados a la red nacional de cacaoteros. Con esto se quiere que el campesino conozca todo el proceso de producción, "que sepa que el cacao puede tener un valor agregado; si se tuesta, si se muele, si se hacen dulces", sostiene Urbano. Pero en ese sentido falta mucho por hacer.
Luz Dary Barreto, por ejemplo, otra integrante de la asociación, produce tabletas de cacao de manera artesanal. Ella misma tuesta el cacao, lo desgrana y lo introduce poco a poco en un molino pequeño, que no alcanza para hacer un trabajo industrializado. A esto se le suma que muchas de estas tabletas no las puede vender, porque aún no ha encontrado el mercado adecuado para hacerlo: "En Chiquinquirá a veces compran, pero a un precio muy bajo", dice.
Por el momento las tiendas han funcionado bien, vendiendo bebidas y bombones finos de chocolate. Lo que se quiere es conseguir la maquinaria apropiada para que las mismas campesinas elaboren los bombones, y con ellos enfocar todos los esfuerzos por crear en Colombia una cultura chocolatera que pueda competir con aquella del café. "Es difícil", reflexiona Urbano, "porque mientras que un suizo consume 12 kilos de cacao al año, en chocolate fino, un colombiano consume medio kilo, en chocolate barato". A pesar de todo, los productores no se rinden. Quieren demostrar (aunque parezca imposible) que en un país como Colombia, la paz y la legalidad también pueden ser rentables.

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